El algoritmo permite estimar los costos asociados a las mordeduras de serpientes y crear estrategias de distribución del suero antiofídico.
Armado con linterna, pilas, un palo, café y algo de comer, Carlos Andrés Bravo camina cada noche unas cinco o seis horas por entre la vegetación. Va lento, midiendo sus pasos, y con la atención puesta en encontrar ejemplares de Talla X, como se le conoce popularmente a la serpiente Bothrops asper, una de las causantes de más envenenamientos en el país.
Busca en las cuevas, en matorrales o junto a las piedras y cuando encuentra alguna la levanta, la pesa, la mide, define su sexo y la vuelve a dejar. En una libreta anota, además, la hora del encuentro y, si este sucede cerca de una casa o donde pueda toparse con otro humano, la transporta en una bolsa de tela hasta otro lugar donde pueda seguir su camino.
Ese ha sido el plan de Carlos durante 18 noches seguidas, estudiante doctoral de Ingeniería Biomédica. Y a veces encuentra “menos de una por noche”. En su último periodo de exploración, en el que estuvo seis noches en Carmen de Apicalá, seis más en Cunday y otras seis en Icononzo, pueblos de la cuenca del Magdalena, encontró apenas cuatro vivas.
Ese ejercicio de búsqueda hace parte del trabajo de campo que realiza para su tesis. Su objetivo es crear un modelo matemático que prediga la afectación que le causan al país los accidentes ofídicos -como se les llama a las mordeduras de serpientes- y proponer, así mismo, un modelo económico para optimizar la distribución del suero antiofídico con el que se contrarrestan los efectos del veneno.
La Organización Mundial de la Salud definió el accidente ofídico como una enfermedad tropical desatendida, que deja cada año unas 94 mil personas muertas y otras 400 mil en situación de discapacidad, con ceguera, contracturas, restricción de la movilidad o amputaciones alrededor del mundo.
Parte de las razones por las cuales se desatiende es por la escasa información al respecto. En Colombia, apenas en 2007 el Instituto Nacional de Salud, a través del Sistema Nacional de Vigilancia en Salud Pública, logró hacer obligatorio el reporte de accidente ofídico en centros médicos y hospitales. Y con eso los datos mejoraron bastante. En aquel entonces se tenía noticia de menos de mil casos al año, mientras que 10 años después, en 2017, el registro da cuenta de 4.978 en todo el país.
Sin embargo, el subregistro podría multiplicar la cifra, porque hay muchos casos que ni siquiera llegan a centros médicos, dada la distancia, la velocidad de acción del veneno e incluso la ignorancia de que existe un antídoto que se produce en el país, que contrarresta muy bien el efecto del veneno. “El problema es que el tratamiento no necesariamente está donde más se necesita”, señala este joven investigador para remarcar la deficiencia en disponibilidad de suero en regiones apartadas del país.
Ahí es donde cobra importancia su tesis. Pero lo que hace con su trabajo de campo es apenas una parte de lo que pretende lograr. Las búsquedas nocturnas de serpientes se repetirán durante este año unas seis veces hasta completar la información requerida para entender las variaciones en la población de serpientes que se encuentran a lo largo del año.
Luego, al cruzarlo con el censo de humanos, y utilizando un modelo epidemiológico que se basa en el uso de la ley de masas -en la que hay dos cosas que se están moviendo simultáneamente- logra estimar la posibilidad de que se den encuentros entre humanos y serpientes, y con eso, puede tener un modelo matemático que permita estimar la magnitud real del problema, o de la cantidad de casos de accidente ofídico que pueden suceder.
Él ya estuvo un año diseñando la herramienta computacional, calibrando los métodos de conteo de serpientes venenosas en campo y el algoritmo con el que predice la incidencia de casos. Lo hizo en Costa Rica, donde también está la Talla X y la información es bastante más completa que aquí. Los resultados están próximos a ser publicados.
De modo que al terminar el trabajo de campo en Colombia y cruzar la información con los censos humanos, el registro de casos y variables como los picos de lluvia –que ha confirmado que guardan relación estrecha con los picos de accidente ofídico- podría hacer una estimación sobre cuánta gente no está siendo tratada, evaluar el costo-efectividad del tratamiento y proponer estrategias para mejorar la cobertura del suero. “No sólo en dónde se necesita, sino en qué temporadas”, explica.
Lo que él quiere es “ofrecer una herramienta capaz de monitorear el accidente ofídico, sobre la cual se pueda también proponer campañas de prevención y capacitación del personal médico que permitan disminuir la afectación de las poblaciones rurales”, que son las más vulnerables tanto por la presencia de serpientes como por la deficiencia en la atención en salud.
Para el propósito de mejorar la prevención, Carlos también ha hecho encuestas para establecer la forma como la gente actúa ante un accidente ofídico y el conocimiento que tienen al respecto. Esta información será clave en la formulación de campañas de educación que, entre otras, ayuden a mitigar la mutua afectación que causa la convivencia entre humanos y serpientes.
Porque, hay que decirlo, en la mayoría de esos encuentros son las serpientes las que terminan muertas. “La gente cree que son agresivas, pero esa es solo una mala reputación”, dice insistiendo en su docilidad y un tanto inquieto por la reducción de especímenes.
Por eso, en resumen, lo que pretende con su investigación es “salvar vidas”. Tanto humanas, como animales.
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Imagen uniandes.edu.co/