Con 14 años como profesora de lenguaje de las Instituciones Educativas Compartir, Sonia reconoce que ama lo que hace y que seguirá educando hasta que se le acaben las fuerzas.
Santandereana de voz fuerte, ojos bastante expresivos y alta estatura, asegura que le encanta el detalle, la estética y los libros. Ella es Sonia Esperanza González Rojas, una mujer que a las 5 de la mañana está lista para irse con su papá en la ruta escolar, pero no como estudiante, sino como maestra de lenguaje de los chicos de 9 y 11 grado, a quienes ha formado por nueve años en el Colegio Bochica Compartir y por cinco en el de Suba.
Una maestra que se mantiene estudiando, por lo que terminó un diplomado en Pedagogía y Currículo en el Politécnico Internacional, pero además, planea, innova y se mete en el cuento en cada una de sus clases y es por eso que sus estudiantes valoran y aman lo que hace para que aprendan día a día.
Hay jornadas que se extienden más allá de las clases de 6:15 a.m. a 2:00 p.m. y es a la hora del almuerzo cuando, cierra los ojos por unos segundos y los vuelve a abrir para recargarse y seguir con sus actividades. Pero lo que espera ansiosamente al llegar a casa, es que su “chiquis” le abra la puerta y sonría, eso le cambia todo, por quien asegura, ha logrado sus últimos logros personales, como el que está próxima a subir al escalafón 13.
Mientras conversábamos, su rostro se iluminó y de él no se borró la sonrisa al hablar de Vale, una personita que le ha cambiado su camino y que le ha llenado la vida de energía, amor y alegría, esa es su hija de cuatro años, Valentina. Cuando habla de ella su tono de voz se vuelve un poco más suave, sus ojos brillan y su rostro se torna dulce y suave. Esa es la magia de ser mamá.
¿Qué ha significado ser mamá?
No fui mamá joven pero Dios me bendijo por lado y lado, porque mi hermano me entregó a su hijo, Joel Santiago, de un día de nacido, luego de que mi cuñada muriera cuatro días después de dar a luz. Después nació mi hija en una hermosa fecha, un 7 de diciembre, y ella es mi motor de vida, mi fiel copia.
Viví el embarazo con los chicos en el colegio y cuando estaba en un grupo tranquilo y estudioso, ella se quedaba quieta en la barriga, pero cuando había desorden, se movía muchísimo. Considero que mi hija es fundamental en mi vida porque me da el aliento para todos los días levantarme queriendo ser mejor, porque sé que soy su modelo a seguir. Muchas veces me cuestiono si estoy dando todo de mí porque si logras recorrer con tus hijos ese gran camino y sentir que son útiles para la sociedad, creo que hemos hecho el mejor papel.
¿Qué implica educar a una niña de 4 años y a unos jóvenes de 15 y 16 años?
Ante todo son fundamentales los valores. El reto es pensar cómo construir en Valentina ese mundo fantástico que es el conocimiento. Por ejemplo, a mi hija le gusta el lenguaje, dibujar, escribir, es líder, habladora, y por el contrario, a mi sobrino le encantan los números, los legos, es un poco más tímido, noble, entonces tengo que hacer un balance porque todos los entes del conocimiento son importantes y debo trabajarlos con ambos al mismo tiempo.
Y por otro lado, están los chicos de 11°, unos jóvenes inmersos en la tecnología, donde encuentran todo fácilmente, resumido, solo tienen que copiar y pegar, y yo les digo que el mundo es muy cambiante y trato de hacerles entender que un libro de papel les ayuda a corregir la gramática, la semántica y la ortografía.
La mayoría de ellos no saben qué quieren y no tienen fundamentos para argumentar lo que son, entonces les refuto lo que me dicen para hacerlos que despeguen, ya que se necesita tener pensamientos fuertes y cuando entienden eso, logran salirse del cascarón y descubren que son excelentes oradores y tienen una crítica exquisita.
¿Qué ha sido lo más difícil de ser maestra?
Como maestro se viven dos papeles, el de enseñar y el de formar, y cuando uno logra cierta confianza con el estudiante para que te cuente lo que le está pasando es algo maravilloso. Situaciones difíciles que de pronto no creerías: “Profe tengo que decidir si tengo que irme con papá y mamá” o “Profe mi papá le pegó a mi mamá”, uno qué le dice. Es ahí cuando te pones a prueba, porque te formaste como maestro, tienes conocimiento en una ciencia, la dominas, pero no sabes que hacer en este tipo de casos.
¿Qué anécdota nos puede contar del colegio?
Les enseño griego a mis chicos y un alumno de 11° que lo recuerdo con mucho cariño, Joan Nicolás Torres le gustó tanto el idioma que escribía todo en su cuaderno y hasta respondía los exámenes de otras materias en griego. Entonces la profesora tenía que venir a preguntarme que decía para calificarlos.
Eso fue muy gratificante, un valor agregado para un estudiante que sin importar en qué universidad estudie, si tú lo explotas al 100% va a dar todo de él, pero sino rompes sus expectativas, nunca van a transformar el mundo.
¿Ha participado en el Premio Compartir al Maestro?
He sido maestra broche de oro tres veces con la propuesta: La importancia de la oralidad en los jóvenes y cómo influye en el cambio de su proceso. Me hicieron un reconocimiento público lo cual me hizo sentir muy feliz y orgullosa.
¿Qué la relaja?
Me encantar ver CSI, estar con mi hija y mi sobrino con quienes voy a McDonald’s porque para ellos los muñecos son fantásticos, leer y visitar otros espacios fuera del colegio, como por ejemplo a donde voy a hacerme las terapias de espalda y rodilla.