Es esposo, papá, amigo, hijo y colaborador de la Fundación Compartir, las cinco cosas que lo motivan día a día y hacen que entregue lo mejor de sí.
Sin pretensiones, con respuestas concisas y siempre al punto, Álvaro Sarmiento expresó sus motivaciones, pensamientos, gustos, sueños, recuerdos, retos, rutinas, viajes y experiencias que en sus 44 años de vida lo han rodeado. Una vida en la que ha aprendido de su padre a siempre buscarle el lado bueno a las cosas, quien le mostró cómo amar a sus seres queridos a través de su madre, con quien lleva 52 años de casado y a pesar de las diferencias que la convivencia trae, se han mantenido juntos.
Es un hombre estricto y metódico en todas las áreas de su vida, pero no se estresa. Duerme poco porque le gusta aprovechar al máximo las 24 horas que tiene el día, ya sea trabajando, ayudando a su hijo Nicolás de ocho años a hacer tareas, viendo deportes en la televisión, pensando en su próximo destino de viaje o saliendo con sus amigos, que aunque esto le implique un desgaste, todo lo que hace le encanta y no cambiaría nada.
Como auditor hace casi 14 años en la Fundación Compartir, Álvaro ha pasado por distintas etapas en la organización, pero él se ha mantenido firme y con la disposición para enseñarle acerca del negocio a los nuevos integrantes del equipo, que aunque cada vez se reduce más, no ha sido impedimento para que se respire y disfrute día a día de un ambiente cálido, como en las familias, así lo describe sin pensarlo, porque hay calor humano, buenas relaciones y actitud positiva para trabajar motivado todos los días.
Pero hay otra cosa que le gusta de su trabajo, y es la dinámica que se maneja. No es estático, ni monótono, está en muchos sitios verificando los procesos: Cucunubá, Medellín, Cali y en las obras de Bogotá y sus alrededores, teniendo permanente contacto con muchas personas de diferentes regiones, formas de pensar, estrato y hasta color de piel, que le han permitido conocer una realidad desconocida para él, pero que le han hecho validar lo que tiene y estar recargado 100%.
¿Qué situación del trabajo te ha hecho repensar la vida?
Una de tantas, fue un día que estuve en Soacha haciendo auditoría interna con el almacenista de la obra. Lo notaba inquieto, no se concentraba, así que le pregunté qué le pasaba, y me dijo: “Mi esposa está en la clínica con nuestro primer hijo, porque nació bajo de peso y está teniendo una complicación”. Le dije hablemos con el ingeniero y váyase, después seguimos.
Uno escucha miles de historias, en las que no puedes pretender solucionar todo, no todo es dinero, a veces necesitan un consejo o alguien que los escuche. Uno aprende a que una pequeña acción les va a facilitar la vida.
¿Qué buscabas cuando llegaste a la Fundación Compartir?
Después de haber trabajado como consultor, donde no tienes tiempo para nada, y luego como contador público registrando facturas todo el día, cosa que era una hartera, sabía que lo que quería era trabajar en lo que me gustaba pero sobre todo que me quedara tiempo para combinarlo con mi familia, y eso me lo dio la fundación.
¿Cuál ha sido tu mayor reto profesionalmente?
Identificar las oportunidades de mejora del negocio, más que encontrar las inconsistencias porque en todos los procesos y procedimientos van haberlas. Así que el mayor reto es buscar la solución y generar las acciones correctivas para que no vuelvan a suceder, teniendo una excelente comunicación con las personas y venderles la idea sin pasar por encima de nadie.
¿Cuál es tu inspiración?
Mi esposa, mi hijo y mis amigos, son quienes me dan la energía diaria para hacer las cosas de la mejor manera.
Mencionaste que tienes una misión en la vida, ¿cuál es?
Una de mis misiones es la de guiar a mis amigos, a veces ellos creen que las cosas son muy difíciles, pero yo les doy una forma de hacerlas.